Los valores y principios establecidos en el documento Carta de la Tierra, son utópicos pero ineludibles.
Estos adjetivos, de por sí contradictorios, son fundamentales para explicar a manera de brevísima aproximación, el reto de proporciones épicas, que representa lo expuesto en el Manifiesto.
En primer lugar, se parte de una visión sistémica, la cuál es -en el mejor de los casos- una aspiración de élites científicas y académicas, más no una vivencia real de los individuos que habitan el planeta. Afirmar que se debe “Reconocer que todos los seres son interdependientes y que toda forma de vida independientemente de su utilidad, tiene valor para los seres humanos” (Carta de la Tierra) más que un reto, implica un cambio cultural global.
Pareciera ser que la globalización no ha llegado aún a un punto de evolución que permita que el nivel de conciencia de las personas esté conectado en una visión de aldea global, más que en visiones locales o nacionales. Los problemas de hoy se siguen viendo desde la óptica localista, muchas veces provocado por los medios de comunicación, incapaces de hacer conexiones entre hechos y acostumbrados a vivir las noticias del día a día, y peor aún motivados por el simple y llano entretenimiento.
Como bien lo apunta Capra (2003) “Si observamos los problemas críticos de nuestro tiempo, vemos que ellos no pueden ser entendidos aisladamente. Todos ellos están relacionados. Los problemas son problemas sistémicos, lo que significa que todos ellos están interconectados y son interdependientes”
Este es uno de los principales retos del cumplimiento de los principios de la Carta de la Tierra: Entendernos como parte de un todo, como habitantes de una misma nave interplanetaria de la que no tenemos salida. O la hacemos funcionar o perecemos.
Dicho esto, el siguiente reto es a no dudarlo, el problema ambiental, que se refleja en una sencillísima ecuación: “En el 2005 la huella ecológica de la humanidad era 31% mayor a la capacidad que tenía el planeta para ofrecernos sus recursos” (La Huella que Dejamos en el Planeta)
Recapitulando: No contamos aún con una clara visión sistémica, por lo tanto cada país y cada individuo consume y mantiene un estilo de vida, sin considerar el equilibrio planetario sino solo su individualidad.
Pero los retos no terminan ahí. De entrada, pareciera que esos grandes valores y propósitos plasmados en la Carta de la Tierra son de hecho universales, pero detengámonos un poco en esto.
Afirmar como principio, que se deben “…fortalecer las instituciones democráticas en todos los niveles y brindar transparencia y rendimiento de cuentas en la gobernabilidad, participación inclusiva en la toma de decisiones y acceso a la justicia” (Carta de la Tierra) Es para una buena parte del mundo una aspiración legítima, sin embargo, cuando analizamos los datos, nos damos cuenta de que la democracia plena, en el mundo sigue siendo tarea pendiente. Para 2006, según The Economist (Visto en La Nación, Argentina) “Casi la mitad de los países del mundo tienen gobiernos que pueden calificarse de democráticos, pero las «democracias plenas» son sólo 28”
Además, la democracia, como modelo pareciera ser sobretodo una aspiración occidental, contrastada con los modelos de países como Paquistán, Jordania, Marruecos, Egipto, Algeria, Irán, Arabia Saudí o China. Justamente los últimos del ranking; para quienes, desde un punto de vista cultural, la democracia no necesariamente es la aspiración máxima, sino que están acostumbrados a monarquías, teocracias u otro tipo de organización. Si bien, para nuestros ojos la democracia es un principio fundamental, para otras muchas culturas, existen otro tipo de mecanismos.
Este es justamente el reto utópico pero a la vez ineludible que nos presenta la Carta de la Tierra: Entender las particularidades culturales de las sociedades del planeta, pero al mismo tiempo concebirnos como sociedad global para garantizar nuestra supervivencia.
· La Huella que Dejamos en el Planeta. (n.d) Soy Ecolombiano Consultado el 13 de abril de 2014.
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