Fórmulas para la Sostenibilidad: Sociología Ambiental + Educación no Formal

 

 

“Para algunas corrientes sociales toda conducta humana es, en realidad, producto de una educación que comienza en el momento del nacimiento de las personas. Hecho que significa la labor educativa como un acto de suma importancia para la conservación de la naturaleza” Erick Gómez Tagle-López

 

 
La presencia del ser humano en el planeta Tierra es evidentemente una excepcionalidad. Una especie de “anomalía”, en términos de las características peculiares que tiene nuestra especie y su desarrollo intelectual. Este desarrollo que hemos alcanzado a lo largo de la evolución de la especie, ha provocado lo que todos conocemos: La explotación del entorno para satisfacer necesidades humanas, situación que antes de la revolución industrial era, de alguna manera “aceptable” si se le puede llamar de esa forma; pero que luego del proceso de industrialización se convirtió en una carrera de sobreexplotación y hasta el día de hoy.
Es lo que en muy apropiados términos, Gómez Tagle llama un “ecocidio provocado por la racionalidad capitalista de apropiación de la naturaleza” Pero que, dicho sea de paso, no es provocado exclusivamente por las estructuras capitalistas, sino que también el modelo socialista provocó y continúa provocando en los países en que –en menor medida que antes- mantienen esas estructuras estatales. Es decir, se trata de fenómenos provocados por las economías productivistas, independientemente de su construcción ideológica.
El problema del impacto de las acciones humanas, se agrava además, cuando –a partir de una visión reduccionista del mundo- se aborda el tema ambiental desde distintas perspectivas del conocimiento (ecología, biología, química, economía, etc.) siendo que se trata a todas luces de un problema multifactorial que debe ser abordado desde una visión sistémica o no será nunca comprendido y menos aún mitigado.
Ese abordaje sistémico, debe evidentemente incorporar los aspectos sociales para poder tener completo el panorama. Es aquí donde entra en juego el concepto de sociología ambiental, entendido como la ciencia que incorpora el entorno natural al análisis de las estructuras y sistemas sociales y viceversa. Este avance hacia lo sistémico, es fundamental porque permite comprendernos en el tanto y en el cuanto somos parte del entorno natural. Es decir, las sociedades humanas no existen “en el vacío” sino que se desenvuelven en espacios naturales y por lo tanto interactúan constantemente porque incluso nosotros mismos somos parte de los ecosistemas. Es decir, ninguna estructura o sistema social se puede analizar si no se considera el espacio natural en el que cohabita.
Lo anterior es claramente identificable en la ya célebre carta escrita por el Jefe Seattle al Presidente de los Estados Unidos en 1855:
“Esto es lo que sabemos: la tierra no pertenece al hombre; es el hombre el que pertenece a la tierra. Esto es lo que sabemos: todas la cosas están relacionadas, como la sangre que une una familia”
 
Es  en realidad una concepción casi ancestral, considerar al ser humano como un elemento más del tejido natural, sin embargo, esta condición ha sido suplantada por una cosmovisión propia de la modernidad y la posmodernidad: Que la naturaleza posee recursos que el ser humano explota para satisfacer sus necesidades, ya no solo las esenciales para su supervivencia sino que la explotación de los recursos excede por mucho la capacidad de regeneración del planeta. Esto es esencialmente porque la humanidad no se concibe como elemento del tejido natural sino como individuo con la capacidad de transformar su “entorno” para garantizar un estilo de vida.
 
El estudio de lo natural, debe realizarse entonces a partir de una inter y una trans-disciplinariedad, para garantizar una visión sistémica. Sin embargo, no necesariamente se trata de un asunto de alta complejidad. ¿Realmente debe ser vista como compleja la relación del ser humano con lo natural? ¿O es más bien la simpleza de un equilibrio en las interacciones lo que debe caracterizar nuestra presencia en el planeta? Me inclino a pensar que el estudio del problema debe ser tomado muy serio, utilizando todas las herramientas del saber, pero la solución debe encaminarse hacia la simpleza de comprender que el ser humano es parte fundamental de lo natural y que es un sin sentido analizar eso que llaman “entorno”
Como bien indica Gadotti, citado en Gómez Tagle:
 
“[…] sustentable es más que un calificativo del desarrollo. Va más allá de la preservación de los recursos naturales y de la viabilidad de un desarrollo sin agresión al medio ambiente. Implica un equilibrio del ser humano consigo mismo y, en consecuencia, con el planeta (y más aún, con el universo). La sustentabilidad que defendemos se refiere al propio sentido de lo que somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos, como seres con sentido y dadores del sentido de todo lo que nos rodea.” (Gadotti, 2002: 31)
 
Queda más que claro, que hay que dejar de lado el concepto puro y simple del desarrollo sustentable, y sustituirlo más por el de una cosmovisión de equilibrio del ser humano y el resto de elementos del mundo.
 
En términos prácticos, podría sonar algo utópico, sin embargo, los cambios deben ir encaminados hacia alcanzar ese nivel de conciencia y acción. Para ello es fundamental la influencia que se puede ejercer para cambiar la conducta de los individuos, influencia que básicamente se logra por medio de la educación, ya que como bien cita Gómez Tagle:
 
“Para algunas corrientes sociales toda conducta humana es, en realidad, producto de una educación que comienza en el momento del nacimiento de las personas. Hecho que significa la labor educativa como un acto de suma importancia para la conservación de la naturaleza”
 
En este sentido, cabe preguntarse si son los sistemas de educación formal los llamados a lograr un impacto real en la conducta del individuo o si por el contrario existen alternativas.
 
La educación formal como la conocemos, está en gran medida, orientada a reproducir la visión de mundo de las economías productivistas. Es decir, al estudiante se le instruye con una serie de saberes, la mayoría de las veces enfocados a que desarrollen competencias que les permitan acceder al sistema de producción y competencia desenfrenada, con alto impacto medio ambiental.
 
Por otro lado está la cuestión de si es el sistema educativo formal tiene la capacidad de transmitir, dentro de esa maraña de saberes, los valores que se requieren para que los individuos,  eventualmente puedan desarrollar las actitudes y por lo tanto las conductas requeridas para acercarse a estilos de vida sustentables. Esto aunado a la poca flexibilidad que por sus características, poseen los sistemas formales para adaptarse a los rápidos cambios socioeconómicos que se producen en el mundo.
 
Debería ser motivo de estudio y análisis el impacto que pueden otros modelos de educación. Para ello es importante establecer con claridad las diferencias entre cada sistema, como lo establece la Unión Europea:
 
“Educación Formal: Aprendizaje ofrecido normalmente por un centro de educación o formación, con carácter estructurado (según objetivos didácticos, duración o soporte) y que concluye con una certificación. El aprendizaje formal es intencional desde la perspectiva del alumno.
Educación Informal: aprendizaje que se obtiene en las actividades de la vida cotidiana relacionadas con el trabajo, la familia o el ocio. No está estructurado (en objetivos didácticos, duración ni soporte) y normalmente no conduce a una certificación. El aprendizaje informal puede ser intencional pero, en la mayoría de los casos, no lo es (es fortuito o aleatorio).
Educación No Formal: aprendizaje que no es ofrecido por un centro de educación o formación y normalmente no conduce a una certificación. No obstante, tiene carácter estructurado (en objetivos didácticos, duración o soporte). El aprendizaje no formal es intencional desde la perspectiva del alumno”
 
Ampliado entonces el espectro, tenemos las limitaciones dadas para el sistema formal, y tenemos por otro lado, dos canales: educación informal y educación no formal, siendo que la primera está más enfocada a la obtención de conocimiento mediante la interacción familiar y social. Es entonces cuando la educación no formal brindada generalmente por organizaciones de la sociedad civil, asociaciones y movimientos juveniles cobra vital importancia en la generación de los valores requeridos para el desarrollo de seres humanos con visión sustentable. Entendiendo el concepto de valores como aquellas creencias profundas de relativa estabilidad, que moldean las actitudes y por lo tanto la conducta de los individuos.
 
Dentro de las organizaciones de educación no formal que pueden tener mayor afinidad con la sensibilización hacia este tipo de valores, destaca el Movimiento Scout Mundial.
 
Este movimiento, fundado en 1907 por un exmilitar inglés, cuenta con más de 35 millones de adeptos en el mundo, entre niños, niñas, jóvenes y adultos voluntarios y su propósito es:
 
“Contribuir a la educación de la juventud, por medio de un sistema de valores basado en la Ley y la Promesa Scout, para ayudar a construir un mundo mejor en el que las personas se autorrealizan como individuos, jugando un rol constructivo en la sociedad”
 
Esto es logrado mediante:
 
“El involucramiento de los jóvenes durante sus años de formación, en un proceso de educación no formal, utilizando un método específico que promueve que cada individuo se convierta en su principal agente de desarrollo personal, por medio de un sistema de valores que promueve principios espirituales, sociales y personales expresados en la Ley y la Promesa Scout.”
 
Lo destacable de este método educativo es que, dentro de su código de valores esta explícitamente manifestada la concepción de sustentabilidad. Siendo que uno de los 7 elementos de este método es justamente la naturaleza:
 
“La naturaleza en el Movimiento Scout es vista como la escuela o lugar de aprendizaje. Las actividades scouts generalmente tienen lugar al aire libre, porque es un ambiente de aventura con desafíos en que los scouts se desarrollan.
Según Robert Baden Powell, fundador del Movimiento, el scout puede encontrar a Dios en la naturaleza cuando comprende la complejidad y belleza de esta, por lo tanto la respeta.
Se parte de la premisa de que al promover estos valores durante la niñez y juventud, los scouts al llegar a la edad adulta tendrán actitudes responsables con el ambiente porque han aprendido a convertirse en amantes de la naturaleza”
 
En el caso de Costa Rica, este movimiento tiene presencia desde 1915 y actualmente cuenta con alrededor de 12.000 miembros activos distribuidos por todo el territorio (según datos de la Benemérita Asociación de Guías y Scouts de Costa Rica –organización que en el país representa a ambos movimientos mundiales)
En síntesis, una de las fórmulas que puede contribuir a generar cambios culturales en las sociedades contemporáneas para garantizar la supervivencia de nuestra especie, es la inclusión de una visión sistémica a partir del estudio de la sociología ambiental, al mismo tiempo que se acompañe de la transmisión de valores que promuevan la sustentabilidad por medio de canales innovadores como los que ofrecen las organizaciones y movimientos de educación no formal.
*Foto tomada de  ASDE – Scouts de España.
Fuentes de Referencia:
 

 

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