¿Cómo es Donar un Riñón?

Todo empezó en marzo 2008. Llevamos a mi hermano al hospital porque tenía problemas para respirar. De ahí lo trasladaron al Hospital México- uno de los hospitales públicos más importantes de San José- aduciendo que era de cuidado. Luego de todo un día de espera, un doctor nos informa que el problema está en los riñones y que aparentemente podría requerir un transplante. Así de directo el hombre. En ese momento pensé: «no se que significa, pero creo que me tocó»

Y así inició una especie de vía crucis con estaciones en cada una de las etapas del proceso, de las cuáles posiblemente lo mas difícil fue la de diálisis peritoneal: Una especie de manguera que le conectan al paciente para que limpie su sangre dentro del cuerpo.

Una vez superada esta etapa, llegamos con mi hermano a hemodiálisis. Aquí nos sentimos muy complacidos sobretodo con la atención del personal, a pesar de que él tenía que estar yendo prácticamente de día de por medio, y así durante más o menos cuatro meses, sus visitas a hemodiálisis consistían en sentarse a un sillón por cuatro horas para ser conectado a una máquina que lo purificara.

Pasaron los días y mi intención de ser donador se mantenía, aunque debo admitir que al principio dudé. No me siento culpable por eso. Hoy sé que es parte del proceso normal de donación -según dicen los sicólogos- parece que hay un tanto de duelo en cuanto a la acción de desprenderse de una parte del cuerpo.

Con respecto a los exámenes que me hicieron, lo mas difícil fue el pielograma (pasar solo con líquidos por todo un fin de semana). Y por supuesto la arteriografía (una cirugía menor en la que temblé como un conejo, pero le perdí el miedo al quirófano).

El proceso también incluyó pruebas sicológicas. Una vez al llegar a una de las citas me pregunta la sicóloga: «Muchacho, ¿Cómo le fué en la operación,? Que bien que lo veo!», le digo yo: «señora todavía me faltan como cuatro meses para la fecha» Tip importante: Siempre estar al tanto de los movimientos en el expediente personal en la CCSS.

Llegó entonces la imparable cuenta regresiva de tres meses. Yo en ese momento trabajaba para una transnacional y el clima organizacional ahí no era precisamente el más adecuado en un proceso de preparación para un hito en la vida de uno. Por eso tomé la decisión de renunciar y dedicar mi tiempo a prepararme para la operación: Entré al gimnasio a hacer una rutina diaria como preparación física y dejé el stress de la oficina para dedicarme a disfrutar: Ir al cine sin hacer fila, llevar a mi sobrino por un helado al parque o al play son cosas que se disfrutan más un martes en la mañana, cuando todo el país trabaja de sol a sol.

Lo mas difícil del asunto es por supuesto la ansiedad. El fin de semana previo fue tenso.

Luego la semana decisiva que voy a ir mencionando:

Lunes 8 de Setiembre: Ingreso al Hotel cinco estrellas. (Hospital México) Nadie sabe donde me toca. Una vez «empiyamado» me mandan de aquí para allá y al final me dejan esperando y me preguntan ¿Porqué trae tantas cosas? Como si no viniera a quedarme una semana! Me dicen que todo va a estar bien «si Dios quiere» (por primera vez me parece que no dicen la frase por costumbre)

Martes 9 de Setiembre: Uno de los días más largos que he pasado. Ansiedad al extremo. Nadie lo nota. A mi hermano y a mí nos ubicaron en un cuarto solos con un baño privado. Todos los médicos y las enfermeras me preguntan que si estoy nervioso, que tranquilo, que todo va a salir bien «si Dios quiere». Esa motivación no me ayuda mucho, sin embargo dormí como un oso, a pesar de que casi antes de acostarme llegó un Padre al cuarto y me dijo: «muchacho me permite ponerle los santos óleos», qué le iba a decir yo! «adelante padre, con mucho gusto…»

Miércoles 10 de Setiembre (Día D): Me despierto cantando a las seis de la mañana. Voy al baño y me desinfecto con un jabón como de perro que me dieron. Canto todo el tiempo en la ducha, me vale si me están oyendo. Llega el «taxi» para el quirófano y me visten de verde. «Ahora sí mae», me dice un compañero de cuarto. «Cuídeme el celular que ya casi vengo mae» le digo yo.
Uno se siente bastante ansioso pero, honestamente tengo que decir que, de camino al quirófano, iba sentado leyendo mi expediente y riéndome de lo que había escrito la sicóloga que resumió mi vida en tres líneas.  Una vez en el quirófano, me amarran con los brazos extendidos y le digo al doctor «Ya esto de la cruz no me cuadra» (nadie se ríe) Me empieza a dar una tos media extraña y le cuento al doctor. Él me dice en tono serio «tranquilo, ahorita le damos un trago de guaro para que se componga» todos se rieron, y así rompimos el hielo y a lo que vinimos.

Me despierto en la sala de recuperación y me empiezan a preguntar que hacía yo en la compañía donde trabajaba (y uno tratando de estar relajado). Habían pasado casi cuatro horas y ya iba para arriba de nuevo, a ver si todavía tenía celular.

Mi hermano se puso un poco complicado ese día, tuvo que volver al quirófano, mientras tanto yo me perdía un partido de la Sele, por no hacerle caso a la enfermera que me dijo que no mandara mensajes ni hablara por teléfono, que todavía tenía que descansar. Evidentemente no le hice caso (tenía que contarle al mundo que estaba vivo) y después de unos minutos de mensajeadera empecé a vomitar la anestesia y así pasé todo el día. Siempre hay que hacerle caso a las enfermeras, especialmente después de venir del quirófano de que le extraigan un órgano.

Jueves 11 de Setiembre: Como perro atropellado me despierto con los quejidos de mis nuevos «compas» de cuarto, cual canto de aves matutinas! La enfermera me dice que me levante para caminar y ni me tomo la molestia de contestar. No tengo fuerzas. Me obliga, y en lo que me siento en el borde de la cama, se empieza a bajar el sonido del radio de mi vecino, se empieza a apagar la luz del salón. Me tomo una manzanilla y vuelvo en mí, o en lo que queda de mí, a como puedo me levanto arrastras al baño, a pasar por la ducha mas difícil de mi vida. Fue esa la primera vez que vi la herida, la cual resultaba ser ni más ni menos que un machetazo debajo de la costilla izquierda, consecuencias del subdesarrollo, pero no me quejo de mi sistema nacional de salud!

Viernes 12 de Setiembre: Voy para afuera me dicen los doctores. Me animo y empiezo a rasurarme.

Y así empezó la recuperación, con bastón en mano y almohada sobre la herida para caminar. Un par de días dolor muscular, pero nada diferente de una quiebra-huesos bien poderosa.

Y así fue, una experiencia de esas que uno escucha que le pasan a otras personas y que de repentee me tocó a mí. Dice el cantautor español Ismael Serrano que la excusa más cobarde es culpar al destino.

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